La Gran Evasión

La Gran Evasión

jueves, 23 de febrero de 2017

125 - El Club de la Lucha - Fincher 1999

A finales de los 90, David Fincher lleva a la gran pantalla la novela de Palahniuk, el vértigo del fin del milenio trasladado al cine, el preámbulo de una era que va a comenzar con fuegos más dantescos aún que el final de este film. La línea que divide lo real y lo imaginario es difusa. La estética decadente de una sala donde dos almas en suplicio acuden a terapias de enfermos terminales, de un sótano lóbrego donde tipos que no se conocen de nada se liberan a puñetazo limpio, de una casa destartalada con camastros viejos y grifos con agua marrón.
La primera regla del Club de la Lucha es: Nadie habla sobre el Club de la Lucha. Las mentes adocenadas se rebelan y hermanan en el nihilismo más exagerado, la lucha contra la existencia que se nos propone desde las altas esferas, contra el trabajo gris en la oficina, el apartamento adosado, los muebles de Ikea, la cuenta bancaria, las migajas que nos arrojan desde arriba. El amigo de Jack es su consciencia reprimida, Tyler Durden es decidido, fuerte, posee la madera de un líder que de pronto mira de frente a la cámara, y nos dice que no somos el coche que llevamos, ni el contenido de nuestra cartera...somos la mierda cantante y danzante del mundo.
La propia película proclama con cinismo que es un producto más del merchandising, se insertan fotogramas subliminales de dudoso contenido moral, el sudor de Tyler y la esquizofrenia de Jack se funden en la unión de las bobinas sin que nos demos cuenta. Del piso a la oficina, de la oficina a los malditos aeropuertos, de los aeropuertos al piso otra vez, un círculo vicioso que desemboca en las proyecciones de una mente que no se adapta, que no encuentra relax en la valeriana ni el ejercicio físico, ni siquiera en el sexo fácil con una mendiga de aspecto gótico. El Club de la Lucha es la solución, el refugio, la violencia física, la catarsis colectiva, la destrucción programada del sistema financiero que corroe al personal.

Raúl Gallego.

Esta noche en Radiopolis nos cogemos de la mano y contemplamos la destrucción masiva a través de la ventana...

José Miguel Moreno presenta y comparte la conversación con Gervi Navío, Isabel Moncada, Raúl Gallego, y nuestro crítico desde Madrid César Bardés.


 Artículo sobre El Club de la Lucha, por César Bardés





jueves, 16 de febrero de 2017

124 - Deuda de Honor - Tommy Lee Jones 2014

















Esta noche nos visita una terrible, vasta e inmensa soledad, soledad que te aniquila. Una promesa y una deuda de honor que hay que cumplir. Tommy Lee Jones agarraba en 2014 esta historia de Glendon Swarthout con una mano firme y segura, pero extremadamente delicada, para regalarnos un Western lleno de lirismo, o un No-Western, un viaje de retorno al este de tres chicas desquiciadas, un reconocimiento a las mujeres de ese mítico mundo, mujeres fuertes, sufridoras, el sostén de la familia, de la comunidad, el apoyo constante, que labraron con sangre y sudor la tierra, y por ende, el inicio de la civilización del salvaje oeste... Duele la soledad, arrasa, hasta que la locura se apodera de ti, hasta que abandonas este mundo cruel y tu mente desconecta. La película es un viaje hacia una promesa, un grito feminista, una extraordinaria historia tan desoladora como bellamente filmada, la fotografía de Rodrigo Prieto es excepcional, con planos de la llanura inmensa, la carreta de los locos, con la ropa tendida, el viento, el horizonte, inolvidable, la naturaleza inflexible, el calor del día, el frío de la noche....un mar de tierra por el que si te extravías, estas muerto.
Ecos en la mirada del maestro Eastwood, este viejo Briggs puede ser el desalmado Munny de Sin Perdón. También es una odisea de redención, Tommy Lee Jones nos golpea con la sombra de John Ford, la loa a la figura materna, a la mujer por excelencia. Si Centauros del desierto, la obra maestra de John Ford, es la fotografía, esta historia y esta película pueden ser el negativo, el trasfondo del mito Fordiano, del núcleo familiar compacto y unido que es capaz de hacer frente a todo los avatares que Dios le mande, pero ese tono idealista se topa de bruces con la realidad. La llorada Marta Edwars encarna ese prototipo, pero aquí está desprovisto de amor, aniquilado por esa realidad descarnada y dura, no dista mucho de lo que realmente tuvo que ser esa vida para las mujeres de la época, que eran mercancía, una necesidad para perpetuar un apellido, para traer niños que ayuden en la granja en ese inhóspito paraje, mulas de carga, por eso duele tanto ver a estas chicas y esos flashbacks terribles, comparándolos con el mito Fordiano, aquí están destruidas por una tierra sin amor, por unos compañeros superados por las circunstancias, su única salida es abandonarse a la locura...cruzar la frontera definitiva, esas miradas se clavan en los espectadores, el llanto del niño arrojado a la letrina no te abandona.
Hilary Swank, Mary Bee Cuddy, es fuerte y está sola, casi desesperada por encontrar un compañero, casi asqueada de existir. Una actuación fabulosa de Swank, de esa mujer que se aferra a su educación, a sus modales, a sus recuerdos, a su deseo, a un sueño que se desvanece. Cuando se mira en el espejo, se cepilla el pelo, y su mirada nos traspasa, intenta hacer lo correcto, devolver a la vida a estas tres niñas, las tres gracias, trastornadas por una realidad cruel, por una comunidad cerrada, por una tierra sin Dios, por una vida sin amor.

Gervasio Navío Flores

Incendiamos la torre de Radiopolis esta noche...

Cristina Abad, Raúl Gallego, Gervi Navío, a la dirección José Miguel Moreno y, cerrando la comitiva, nuestro crítico de cine César Bardés.


 Artículo sobre Deuda de Honor, por César Bardés


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jueves, 9 de febrero de 2017

123 - El Capitán Blood - Curtiz 1935

Cuenta la leyenda que un médico quiso curar a un herido. Los soldados irrumpieron en la casa del lesionado porque era un rebelde hacia la autoridad británica y al médico lo condenaron a galeras por colaboración con el enemigo. Así es como nacen las leyendas. Con unas sombras sorprendentes dibujadas en una pared de blanco y de negro. Con unos duelos a espada que hacen parecer que los filos comiencen un interminable cruce de palomas, como un cortejo de alas inquietas que terminan invariablemente en un beso teñido de sangre. Con unas sorprendentes coreografías que indican que hubo trabajo por parte de los actores, oficio por el del director e imaginación por el de los maestros de esgrima. Y así también nació una leyenda como Errol Flynn, el espadachín por antonomasia, el héroe perfecto, apuesto, brillante, galán, con un leve aire de pillo, con una acusada dosis de dignidad enfundada en la vaina. Y quizá, sólo quizá, nos hallemos ante una de las mejores películas de piratas de la historia. Eso sí, siempre habrá un poco de justicia por allí, un romance por allá, dos o tres chistes colocados en alguna isla abandonada y unas olas que se transforman en testigos que van y vienen entre tesoros, rescates y desafíos. Obra maestra de esas que ya hemos demostrado sobradamente que no somos capaces de hacer, esta maravillosa película es diversión pura, es una sesión de tarde trasplantada a la noche, es la empuñadura del médico que fue pirata, del condenado que hizo justicia, del capitán que todo marinero quisiera tener...hay que estirarse bien para hacer que la punta de la espada se hinque en nuestro enemigo y mantener un rincón limpio de crueldad premeditada para conservar algo de lo que un día hizo que fuéramos honestos.
Y ante esas peleas nuestras sensaciones se convierten en botín de una película que atrapa como una nave que despliega todo el velamen para volar sobre el mar. Somos prisioneros inevitables del asalto del entretenimiento tejido con delicado encaje femenino. Queremos y soñamos con desenvainar ese acero que ni siquiera sabemos manejar y luchar en un abordaje imposible al lado del Capitán Sangre mientras intercambiamos sonrisas de complicidad y guiños de camaradería. Hoy atraca ahí mismo, en nuestro salón, un barco que hace sonar sus aparejos con el quejido propio del tiempo escapado, del momento que se transforma en suspiro, del instante fugaz de la felicidad que produce la evasión de la dictadura implacable a la que nos somete lo real. Hoy, tal vez, nos den alguna recompensa en piezas de oro por dejar que nuestro pensamiento sea tomado por sorpresa y nos dejemos arrastrar por las mareas de la aventura que nunca tuvimos, de la aventura a la que nunca jugamos, de la aventura de la que siempre escapamos porque la valentía es patrimonio exclusivo de las leyendas contadas. Dejemos que nos cuenten una.

César Bardés

Levantamos la copa de ron  y nos lanzamos al abordaje esta noche en Radiopolis...

José Miguel Moreno modera, Raúl Gallego, Gervi Navío y nuestro crítico de cine César Bardés.


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jueves, 2 de febrero de 2017

122 - Doce del Patíbulo - Robert Aldrich 1967

Doce reclusos militares son convocados, tienen entre manos una misión suicida. Doce tipos mugrientos,  cada uno lo peor de su padre y de su madre. El comandante Reisman, indisciplinado pero eficaz, procurará insuflar confianza y disciplina a un puñado de balas perdidas. Hombres sin alternativa, algunos condenados a la horca, otros a trabajos forzados, sentencias posiblemente conmutables si la misión tiene éxito. Su cometido es difícil: infiltrarse tras las líneas enemigas, asaltar el castillo de Rennes y eliminar a todos los oficiales nazis posibles.

 "“Disparen a todos los oficiales que vean allí” ¿Nuestros o de ellos?
Empiecen por los de ellos, si no les importa”." Reisman sabe tratar a unos hombres desahuciados.

Un insólito grupo de personajes muy bien trazados, John Cassavettes es Víctor Franko, el rebelde macarra, a Donald Sutherland le sienta como un guante el personaje del anormal y simpático Pinkley, el cantante Trini López hace de Jiménez, un hispano de rostro afable a primera vista, Jim Brown es el lacónico afroamericano Jefferson, Clint Walker es Posey, el grandullón con problemas de autocontrol, Telly Savalas, el psicópata misógino, para Wladislaw se escogió a Charles Bronson, el polaco que se convertirá en el hombre de confianza del mejor de todos, el comandante Reisman, un hombre de porte imponente y anchas espaldas que será el encargado de mantener la disciplina, no le interesan las florituras, sólo los resultados, es el más idóneo para conseguir la camaradería en una banda de delincuentes. Lee Marvin se encontraba en su mejor momento, venía de recibir el Oscar por "La ingenua explosiva", y protagonizar "A quemarropa" o "Los profesionales".
Robert Aldrich se sirvió de un montaje trepidante, de una novela exitosa, de un par de guionistas como Nunnally Johnson y Lukas Heller, y combinó truculencia, cinismo y humor burro a partes iguales para realizar una  gran película sobre un comando de asalto, y  vertir su ácida crítica sobre el Ejército, sus mandos, y lo que se ponga por delante. Tal como le espeta Reisman a su General, un socarrón Ernest Borgnine, alguno de sus superiores debe estar loco de atar.

Raúl Gallego


Esta noche protestamos al unísono en Radiópolis porque no podemos afeitarnos con agua caliente...

Raúl Gallego, Gervi Navío y nuestro crítico desde Madrid, César Bardés.


 Artículo sobre Doce del Patíbulo, por César Bardés




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