La Gran Evasión

La Gran Evasión

jueves, 26 de enero de 2017

121 - El Exorcista - Friedkin 1973

El Exorcista superó el listón del género de terror en la década de los 70, la gente abarrotaba las salas, se corrió la voz, una niña poseída expulsaba sustancia verde por la boca, giraba la cabeza en un gesto infernal, blasfemaba, una ventana de pronto se abría violenta, las cortinas al viento, y los ojos sin fondo del demonio miraban a la cámara, buscaban a los desprevenidos espectadores en la butaca, la gente no había visto nada igual. Ya Polanski se había atrevido con La semilla del diablo algunos años antes, con una abatida Mia Farrow en el papel de madre de la bestia. William Friedkin fue más allá, leyó la fascinante novela de William Peter Blatty y tuvo el mérito de crear un ambiente enrarecido en aquella casa de Georgetown. Malas vibraciones en ese desván donde se escuchan ruidos extraños, la madre piensa que son ratas, esa cocina en la que el detective Kinderman toma café con Chris, y como no, esa habitación donde una niña se convierte en la encarnación del mismo diablo, los objetos se mueven, la cama da tumbos arriba y abajo. El estilo realista de Friedkin, los silencios, las conversaciones entre madre e hija, el sonido del teléfono que rompe la noche, las pisadas, los crujidos de los muebles, los exámenes clínicos. El crescendo de terror se aviva desde los dos primeros planos sesgados iniciales, la casa de pardos ladrillos, y una figura de la Virgen María en la Iglesia, los dos lugares donde irrumpirá el intruso. En la secuencia siguiente el padre Merrin descubre la estatua de su viejo enemigo en las excavaciones de Niniveh . La entidad que posee a Regan no tiene varias personalidades, tiene sólo una, y Merrin la conoce bien.
El Mal arde despacio en el corazón de un hombre asaltado por la culpa más profunda, se oculta ladino en cualquier parte, en el ojo vacío de un desconocido, en la pelea de dos perros en el desierto, en la súplica de un mendigo, en la habitación de una niña inocente que viene del colegio. La sugestión del exorcismo se alimenta de esos males. de una madre aterrada, de un sacerdote en crisis vital, y del enfrentamiento final entre el Padre Merrin y el diablo, el ritual sanador de la criatura que no recordará nada de lo que ocurrió en la casa de Georgetown.

Raúl Gallego.

Esta noche levitamos con nuestro nuevo camisón y nos curamos las pústulas con agua oxigenada…

A la dirección José Miguel Moreno, con Gervi Navío, Raúl Gallego y nuestro crítico desde Madrid César Bardés.


 Artículo sobre El Exorcista, por César Bardés



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miércoles, 25 de enero de 2017

La La Land. La ciudad de las estrellas. -Damien Chazelle- 2016
























Una historia de amor, bella y melancólica, cantada y contada con talento y un profundo, profundísimo amor por el cine clásico, por los musicales clásicos e inmortales, de la edad dorada de Hollywood. Brindo por los ilusos que persiguen un sueño, por los corazones que sufren, por lo que pudo haber sido, brindo por las historias de amor, con una copa de licor a rebosar de puro cine.
Compartir una pasión, contar y cantar una pasión, el Jazz no se puede explicar mejor, es libertad, es conflicto, es crear, es seguir multitud de ríos que mueren en un mar de humo, en una melodía. Una melodía que te llama, por entre la gente, por entre la multitud aparece un rostro, un destello de luz, un beso prolongado, Gómez de la Serna decía que "un beso es hambre de inmortalidad", pues La La Land es un mordisco de eternidad, un vaivén de promesas que te hiciste siendo un niño y luchas por cumplir, por vivir el sueño. Ella quiere ser actriz, tiene un universo en su habitación, crea mundos de emoción y verdad, él, siente el calor del Jazz en las venas, venera un mundo de nostalgia, de rebeldes que cosieron con partituras libres, notas de realidad y aliento, en la ciudad de las luces, en el destino final de la autopista de los sueños, donde vienen a conquistar los locos, los ilusos, los soñadores, ahí, el azar, la causalidad, la ventura los junta. Como digo, es una historia de amor al ritmo de la vida, el invierno, la primavera, el verano, el otoño, enamorarse, volar entre estrellas, aunar vida y pasión, felicidad compartida, triunfar, construir, derribar, renunciar, ceder, perder y ganar...por ser una actriz y construir mundos, por concebir, por tocar y reivindicar Jazz en tu propio club....
 Damien Sayre Chazelle tiene talento, deseo y amor por la música y por el cine, no hay dudas, 10 Cloverfield Lane es un guion suyo, y por supuesto Whiplash, otra declaración de amor al Jazz también. Chazelle se consagra con esta película, con este musical, con esta romántica historia de amor que te hace esbozar una sonrisa al salir de la sala, una sonrisa mitad amarga, mitad soñadora, que te invita a hacer un guiño a la vida y seguir siendo el lazarillo de tus sueños...Brillante obra, no sé si maestra o no, el tiempo lo dirá, elegante y directa al corazón, seguro, como su guion, que juega con nosotros, y te hace vibrar, sonreír de nuevo, bueno, solo les puedo decir que visiten la cuidad de las estrellas y se dejen llevar por la melodía.
Acabo brindando una vez más, por Mia, por Sebastian, por Emma Stone, por Ryan Gosling, por un teatro vacío, por un piano desvencijado, por los locos que buscan sueños y persiguen estrellas fugaces.

Gervasio Navío Flores.

Un virtuoso plano secuencia, donde todos cantan y bailan encima de sus propios coches, abre esta película que aglutina a partes iguales palomitas y premios. El toque realista marca del director nos avisa de que no será un musical al uso, ya dejados de hacer por una imposición de época, sino algo distinto, muy moderno y personal, y a partir de ahí se permite todas las licencias del mundo, y no sólo del cine, sino de la misma vida. Un saco de referencias mal trasplantadas, donde la historia, que en realidad no existe, no avanza y ni siquiera es lugar de lucimiento, principal cualidad del género que transporta el espíritu insuflándole vida, sino de mecánica, y trabajosa interpretación aséptica .
Dos protagonistas que bailan como un tanque al que le faltase una rueda y que en un guion incomprensible y marcadamente heredero de clásicos a los que insulta, no sólo muestran su asombro, sino que ufanos, ya cogen vuelo vergonzante para parodiarse a sí mismos, y de qué forma. Un plano final, tan importado y ocre como el primero, intenta la brillantez donde se apelmaza la grasa, para atados de tópicos salir todos, planten actoral a la cabeza, abrazados de gracia.
Hay una subterránea y malévola intención en esta peli que me inquieta muchísimo. Empecemos. Un Ryan Gosling insípido y frío, muy heredero de su papel en Drive ( Nicolas Winding Refn) junto a una Emma Stone, cruce de la Judy Garland infantil de sus inicios con la destrozada por la vida hollywodiense de Vencedores o Vencidos ( Stanley Kramer 1961 ), no comunican química en ningún momento y además, cautivos de un guion que no quiere crecer, experimentan una tragedia interpretativa que los hunde ante el fracaso. Tal circunstancia muy pretendidamente arrastra al espectador, que confiado en el embalaje formal de "un musical " no advierte la corrosiva y manipuladora inmersión. De modo que Sebastián, el protagonista, accede a trabajar en un grupo popero que insulta sus puras intenciones jazzisticas, por la imposición, no el amor, de su querida Mía, con quien no ha cruzado ni una sola mirada al estilo "María" ( West Side Story 1961) y que luego en una cena absurda la propia Mía recrimina pues abandona su " sueño", y eso no se puede hacer. Tras una sonrojante elipsis, que no ahonda en lo expresado con anterioridad como manda el recurso fílmico, lo traiciona, para sorprendernos con una Mía felizmente casada y con hijo, en una velada que casualmente les lleva al nuevo antro de Sebastián, con el mismo nombre de cuando eran novios, que ella ni reconoce. Un final tan absurdo como facilonamente impactante los enlaza, en la pérdida, por una vida que "los maltrata ". Vende renuncia al amor, no melancolía, machismo en la honradez de él frente a la traición de ella, que se refrenda con la indulgencia final, copia inversa y desalmada como todas de la magistral Phoenix ( Christian Petzold 2014 ). Vende un mundo individualista, de tranquilas reacciones nada pasionales y razonadas, e individualismo consumista y fiero, eso sí, envuelto en él géneros de los géneros románticos que ensalza lo contrario por medio del arte cinematográfico que aquí ha sido mutado por el direccionismo ontológico.  Aquí radica el mayor de sus peligros, pues, bajo de defensas, el espectador y ciudadano, no lo olvidemos, compra tiritas formales donde antaño hubo curas, curas verdaderas para los roces y rotos de una vida que un día fue libre y bella. Pálidos de necesidad aceptamos los bloques vacíos de una construcción orquestada en torno a las luces, estrellas y monocordes referencias del imaginario cinéfilo que, con inusitada fuerza, nos arranca a su mirada que creemos salvífica y nuestra.
El Made In Hollywood del cartel final no deja lugar a dudas.  Pocas veces el poder reinante y oscuro, antesala de un infierno perdurable que enseña orgulloso las uñas ha fabricado, en los tiempos curiosamente en que Donald Trump despliega su reinado, un embudo tan iluminado, fácil y para nuestra desgracia, de consenso.

José Miguel Moreno.

miércoles, 18 de enero de 2017

120 - Especial Eduardo García Maroto y sus Tres eran Tres 1954





“Caía sobre mí una especie de maldición que me enfrentaba al dilema de o bien dirigir películas del tipo de Oro vil, Schottis o Canelita en rama o no trabajar. Porque yo había soñado con un tipo de cine muy diferente; pero, después de haber creado una familia, era tarde para tomar decisiones heroicas” (García Maroto en sus memorias).

Eduardo García Maroto fue un cineasta insólito, un hombre al que le brillaban los ojos en cualquiera de las fotos que se le hicieron porque llevaba el cine dentro. Él se definía a sí mismo como un peliculero, y su ataque frontal fue contra la forma estilística del cine, contra su sintaxis. Su forma de filmar es metacinematográfica porque el cine ha definido siempre la vida, García Maroto es capaz de hacer que los actores miren a la cámara, que nos miren, rompe ese vínculo para establecer otro mayor, esto es un disfrute, una ficción, la verdad está en otro lado. Suprime los sintagmas, los conceptos que agobian al personal creyendo que es el bueno el que se llevará a la chica. Vemos a indios que huyen cuando viene la Guardia Civil y son aficionados al gazpacho, fantasmas que no asustan a nadie, pelamos la pava, mejor dicho el pavo tras la castiza reja, nos presenta a un monstruo bajito creado por un chiflado Antonio Riquelme, los componentes del equipo de rodaje se presentan uno a uno en el tribunal. Maestro del disparate, influencia reconocida por el mismo García Berlanga, el cine que le divertía hacer nunca fue autorizado en los tiempos de la Dictadura, el inquisitivo nacionalcatolicismo no comulgó con sus burlas y su humor absurdo, siempre con el distintivo de los escritores Miguel Mahura  y Antonio de Lara "Tono", que encabeza las labores de guion en estas tres parodias de tres géneros, el western, el cine de terror, y el folclórico.

Desde La gran Evasión recordamos la obra del director jienense, no apta para mayores de 65 años...

Presenta José Miguel Moreno, con Raúl Gallego y los invitados especiales Miguel Olid, periodista e investigador de la figura que nos ocupa, y Eduardo García Maroto hijo.


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jueves, 12 de enero de 2017

119 - El Tren del Infierno - Konchalovsky 1985




La película termina con esta cita: "No existe bestia tan feroz que no sienta alguna piedad. Yo no siento ninguna; luego no soy tal bestia." (Ricardo III. William Shakespeare).

Y de eso es de lo que trata, de lo que esconde el corazón de los hombres, bestias, horror y...piedad. Una magnifica actuación de Jon Voight, dando vida a Manny, una bestia disfrazada de hombre, un presidiario que busca la libertad, que se jacta de elegir su destino, que no espera nada, que solo confía en sí mismo, en su capacidad para superar adversidades, se cree indestructible, y en su huida, desafía a todo y a todos, al hombre, a la máquina, a la naturaleza majestuosa e inmisericorde, a Dios, al fin y al cabo la historia es un gruñido al rostro de Dios. También encontramos un acto de redención, un sacrificio en un tren sin control, el destino es imposible de detener.
Basada en un guion original del gran Akira Kurosawa, una historia repleta de decisiones que habrá que asumir. Nihilismo y existencialismo en un tren sin control, con grandes dosis de verdad, hay una lección de vida y de muerte expuesta con crudeza, la postura vital de Manny es grandiosa, cruel y brutal, pero descarnadamente real. Un hombre, un superviviente enfrentándose al mundo, nadie va a ayudarte, morirás solo, porque todos morimos solos. Un maníaco persiguiendo a otro maníaco, un chico, un bisoño Eric Roberts que admira al icono, a la leyenda, al indomable, incapaz de ceder y descubrir que en realidad es otro ser atormentado, con miedo a morir. 

Gervasio Navío. 

Esposados a la locomotora de Radiopolis esta noche...

José Miguel Moreno presenta, con Raúl Gallego, Gervi Navío y nuestro crítico César Bardés.


 Artículo sobre El tren del infierno, por César Bardés



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jueves, 5 de enero de 2017

118 - La Quimera del Oro - Chaplin 1925

Chaplin recuperó su mítico Charlot para La quimera del oro, su segundo largometraje. El gran cómico inglés supo expresar mejor que nadie la dignidad del pobre que camina con la cabeza alta y una bota hecha de remiendos. En plena fiebre del oro de 1898, una hilera de almas desesperadas en busca de fortuna resiste el frío de las montañas de Alaska, sube el paso de Chilkoot. A las primeras de cambio cambia el plano y el eterno vagabundo hunde su bastón en la nieve, con un oso comiéndole los talones, después encontrará una cabaña donde refugiarse de la ventisca. La quimera de una fortuna díscola y la aventura de un hombrecillo tan pobre como honesto, tan ingenuo como pícaro, con un optimismo vital con el que conectamos desde sus primeros cortos. El señor del bombín combate el hambre con una bota hervida, enfrenta el frío de Alaska con chaquetilla corta, mantita y corbata, y por supuesto se enamora de esa preciosa chica del salón, el refugio de sueños y desilusiones donde Georgia parece darle la bienvenida con un gesto encantador. En la Nochevieja prepara la mesa con mimo y cuidado, no quiere que Georgia se lleve una mala impresión, mientras en la fiesta cercana ella baila y ríe entre la muchedumbre, ha olvidado la cita. El genio espanta el drama con la risa, calma la sed con carámbanos derretidos, aplaca el hambre con unas judías servidas por un vecino comprensivo, convence a su famélico compañero Big Jim de que no es una gallina gigante.  El destino se pondrá de su parte, al fin todas las desventuras habrán servido de algo y el amor triunfará, quizá demasiado parecido todo a la vida de aquel joven procedente del music-hall y vodevil que se fue a hacer las Américas con veintiún años.

Raúl Gallego.

Esta noche en Radiopolis bailamos la danza de los panecillos a la luz de una vela...

Raúl Gallego, Gervi Navío y nuestro crítico de cine César Bardés.


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Up in the Air -Jason Reitman- 2009























Él cree que es posible pero no lo es, ya no hay salida. No cabe honradez si vives de los números, si estás de lleno en mitad del artificio; y sin embargo sus sonrisas comprensivas -apenas muecas- son las de alguien que sabe, con el bagaje del tiempo, de lo cierto que su interlocutor va sintiendo. No son las palabras, no, sino escuchar y mirar debidamente, y guardar el silencio de un tiempo que una vez, hace mucho,  fue suyo. Y por eso es más doloroso para nosotros que nos agolpamos expectantes en la sala, balanceados por fuerzas contrarias que congrega el director, cuando es precisamente él el ajusticiado y la chica maniquí parece renacer y la bella mujer madura le dice lo del paréntesis......y sin embargo era necesario. Ha abierto miradas y puertas de salida -algunas sin vuelta- a muchos pero, ¿y la suya? ¿dónde está la suya?, en un millón de millas y a tres mil kilómetros de distancia con un macuto lleno, lleno de nada, de nada que pese y haga estragos impidiéndole una soñada y olvidada conversación en sus alturas. Qué bien ha maquinado y llevado todo esto Jason Reitman (Juno 2007) con un estilo suelto y sencillo con el que va recorriendo la vida de este elemento de la globalización tan necesario y discreto, no por casualidad, de negro. Qué buenos saltos de guion que se abrazan, porque el estilo -cuando se tiene- pende de un algo que es vida y amor y ser de un cine sentido del alma al cuerpo, y a la vuelta sereno directo al corazón que rasga, por meandros y tiras de un sentir mamado de Ford y de Capra y de éstos que así contaban. Geniales, sin explicar, directos. Un final complaciente, en un lado, sólo en uno , frente a un condenatorio e infinito purgatorio de altos vuelos.

José Miguel Moreno.