La Gran Evasión

La Gran Evasión

jueves, 31 de marzo de 2016

78 - Drive - Winding Refn 2011


La noche parece envolver todos los colores mientras el motor ronronea a la espera de dar un rugido que llame a la velocidad. La mirada en el retrovisor es fría como el hielo y el gesto en el parabrisas es granito en bruto. El volante se quiere insinuar en las manos de quien sabe acariciarlo y el asfalto es una alfombra donde dibujar los derrapes y la aceleración. Durante cinco minutos, el hombre que conduce el coche es nuestro. Un minuto antes o un minuto después, la regla de disponibilidad quedará hecha trizas.
Y es que entre tipos saliendo deprisa y corriendo con bolsas llenas de dinero y el maldito trabajo de especialista en el cine, no ha habido tiempo para más que la soledad con un punto de desesperación. El cambio de domicilio frecuente, el coche siempre distinto, el silencio alrededor. El conductor de marras ni siquiera puede expresar una opinión, no es de su incumbencia, no hay más vocabulario que el del motor y el de la habilidad al volante. Lo demás es palabrería. Lo demás es vacío.
Sin embargo, alguien se cruza en su vida y todo comienza a tener un color distinto. La sonrisa aparece de vez en cuando en sus labios apretados. El disfrute le acaricia con timidez en la mano. Alguien de quien preocuparse. Una aceleración en la vida. El corazón, siempre templado, empieza a latir con preocupantes ruidos en la caja de cambios. Todo es un espejismo porque, en su infinita frialdad, este hombre va a intentar poner en orden la vida de ella. Tal vez porque sólo eso merece la pena. El dinero es secundario. Seguir es prescindible.
La mafia corroe los cilindros y algo sale mal. La sangre sale y lo hace con fuerza. La violencia es terrible. El ajuste de cuentas es necesario. Cuanto más cruel, mejor cuadra. No puede haber retornos. Sin piedad. No hay sueños que cumplir. Sólo queda envolverse en la máscara impasible y hacer lo lógico. Y si hay que derrapar hacia el abismo es mejor llevarse a unos cuantos por delante.
Película de cine negro que plantea Nicolas Winding Refn con una baza asegurada en la estupenda interpretación, pétrea y segura, de Ryan Gosling en el papel de un hombre que conduce para aquellos que necesitan una fuga rápida y limpia después de un trabajo a punta de pistola. La frialdad que imprime a la mayoría de sus expresiones rayan en una perfección que no deja entrever la reacción posible de ese chofer que está hundido en la soledad y en la indiferencia y que se ha acostumbrado a vivir así. Al fin y al cabo, conducir no es sólo mantenerse en un carril, cambiar a tiempo de marchas y usar el acelerador con tanta precisión como sea posible. El riesgo está ahí. El semáforo no siempre está en rojo. Y el personaje que interpreta Albert Brooks también es un indicativo de que es mejor no saltarse la señal. Eso sí, si la violencia no les gusta, cómprense un cochecito de juguete y jueguen a los atracos en las alfombras de carretera dibujada en su casa. Es mucho más seguro y no tendrán que apartar la vista.
Con un cierto ritmo irregular, con alguna que otra tendencia hacia la estética de los años ochenta y con un argumento brillante, de novela negra y frenazo en la raya, no cabe duda de que es una película que llega a sorprender al sumergirnos en la noche de la delincuencia y de una vida descolocada y decidida que, de repente, encuentra algo que relaja el gesto y enternece la dureza de unos neumáticos acostumbrados a correr tanto que apenas les queda dibujo. El olor de la gasolina quemada llega a adormecer los sentidos mientras asistimos, sorprendidos, a una carrera que sólo termina allí donde la noche es un inmenso agujero sin final. Y es que quizá no veamos las lágrimas caídas en la calzada, como líneas blancas a lo largo de una autopista donde la última parada es el castigo para el solitario.

César Bardés. 

Nos evadimos conduciendo por las calles de LA, enfundados en la cazadora del escorpión...

A la dirección J M Moreno, Raúl Gallego, Gervi Navío y nuestro crítico de cine César Bardés.



jueves, 24 de marzo de 2016

77 - El Cebo - Ladislao Vajda 1958


Ocurrió a la luz del día en un bosque de cuento. La niña salía dos veces a la semana para ver a su abuela, conocía bien la senda, como en los cuentos. Un día se encontró con un gigante mientras cogía flores, el gigante de las marionetas y los erizos deliciosos. El bosque se fundió en negro, el viento movió las hojas de los altos árboles, ocurrió a la luz del día. El día que un comisario de rostro corriente y gabardina se presentó sin avisar en casa para cambiar la vida de unos padres arrasados. "Mañana podrá ver a su hija y estará como dormida", dice el que siempre tiene que anunciar la desgracia. Queda el grito de una madre, un grito lastimero que aún retumba desde el interior, y, al final, el alarido de una fiera acorralada, de un lobo cobarde que contempla el trasunto de su infamia.
La progresiva desesperación de un buhonero que se tropezó con el cadáver de la niña y sabe que las pruebas lo cercan. El más débil siempre paga ante el dedo acusador. El comisario busca la luz de la verdad en los ojos de los niños, en la amiga de la víctima que ya no puede creer en los cuentos de hadas, en el chico que pesca la voraz trucha con cebos vivos, en los niños que dibujan una cabra montesa, en unos trazos esquemáticos que encierran todas las respuestas: el gigante, los erizos, el coche negro.
Una gasolinera y un señuelo para atrapar al ogro.Una carretera cercana al bosque conduce la maldad desde un edificio grisáceo. Manos grandes, ojos vidriosos, balbuceos maniacos, la navaja de afeitar, las trufas de chocolate, y otra niña rubia que juega en los lindes del bosque.

Raúl Gallego. 

Nos adentramos sin miedo entre los árboles más umbríos esta noche...

José Miguel Moreno a la dirección, Gervi Navío, Raúl Gallego,  y nuestro invitado el bibliotecario despiadado Francisco Ortiz.


 Artículo sobre El Cebo, por César Bardés

 

   

jueves, 17 de marzo de 2016

76 - Network, un mundo implacable - Lumet 1976


¡Estoy más que harto y no quiero seguir soportándolo!

Network se llevó cuatro Oscars, no el de mejor película que consiguió Rocky para sorpresa de muchos, el de mejor actor principal tampoco se lo llevó William Holden, sino Peter Finch a título póstumo tras morir de un infarto poco tiempo atrás en la habitación de un hotel. Magnífica sátira escrita por Paddy Chayefsky y dirigida por Sidney Lumet que pone en evidencia el mundo inhumano de la televisión, donde ante todo priman los índices de audiencia por encima de cualquier otra consideración. Dos visionarios, Chayefsky y Lumet avisaron en esta hipérbole de diálogos frenéticos de lo que se nos venía encima. La red de grandes corporaciones multinacionales de la que habla el magnate Jensen (Ned Beatty), los grandes potentados mueven los hilos de todo lo que ocurre en el planeta Tierra, la televisión es el instrumento más eficaz de los poderes fácticos para aborregar al personal.
Diana (Faye Dunaway), productora ejecutiva de la Cadena UBS, ha crecido con la televisión, ha aprendido a vivir con Bugs Bunny. Una mujer que llega al orgasmo hablando de sus nuevas ideas para batir récords de audiencia, y de la que Max, un soberbio y otoñal William Holden, se enamora a pesar de sus dudas primitivas, a pesar de saber que Diana no es capaz de sentir nada, sólo una ambición desalmada.
Un jefe sin escrúpulos, una afroamericana comunista que también aprecia el aroma del dólar, una esposa abandonada, y un tipo despedido por la Cadena que se convertirá en un iluminado, en un mesías loco y empapado por la lluvia, un pobre diablo que se entromete con las fuerzas primarias de la naturaleza. Ya no existen las naciones ni los pueblos, Mr. Beale, el mundo es un negocio y usted la marioneta que aparece en la pantalla de 21 pulgadas para entretener a los televidentes.

Raúl Gallego.

Esta noche de los Idus de marzo quitamos la tele un rato porque estamos realmente hartos de tanta vulgaridad y tanto ruido.


José Miguel Moreno a la dirección, Gervi Navío, Raúl Gallego, Miguel Asuero, y nuestro crítico César Bardés desde Madrid.




jueves, 10 de marzo de 2016

75 - Anatomía de un Asesinato - Otto Preminger 1959

Todos tenemos alguna vez un impulso irresistible que no conseguimos dominar. Esa es la excusa pero no la justificación. La respuesta está en las curvas de carne que se convierten en toboganes de deseo empujados por la mirada. El pelo suelto y los ojos escribiendo una invitación.  Impulso irresistible. Crimen posible. Venganza asegurada. Engaño presentido. Poco a poco, las piezas que componen el cadáver se van juntando al ritmo de una melodía sincopada que abandona la estupefacción para internarnos en los mensajes cifrados del jazz. Una caricia de cortejo choca contra una mirada de permanente vigilancia y los problemas crecen, como las pruebas en contra de un crimen que es injusto pero que es comprensible pero que, a la vez, es rechazable pero que, aún así, es...
Un abogado espera sentado con sus dedos acariciando las teclas de un piano que se sabe compañero. Un hombre acabado deja de beber para conseguir algo de la misma dignidad que no tiene el asesino. Una secretaria no tiene letras para redactar un contrato pero utiliza el aprecio para sacar adelante un río de dificultades. Un perro lleva en la boca una linterna y una mujer sólo quiere jugar con fuego...El fuego que sabe que enciende en los hombres cuando pasa con su jersey ajustado, sus formas cimbreantes, sus pasos desvalidos y atractivos. Una mujer inocente tiene la llave del misterio, en forma de unos lacitos fácilmente desatables. Un hombre declara hastiado porque el amor habita en lo poco que hay en él. Y todo es un rompecabezas de recortes de papel. Todo es un crimen que moralmente nos deja mutilados y que físicamente nos dice una verdad contra la que volvemos la cabeza, como no queriendo saber que existe. Somos unos asesinos, presas de nuestros impulsos irresistibles. Somos meras excusas ante balas disparadas contra víctimas o verdugos. Excusas que hieren. Excusas que matan. Excusas que violan. Excusas que vuelan.
Nunca una película puso tan en tela de juicio los agujeros de un sistema legal como lo hace Anatomía de un asesinato, absoluta obra maestra de Otto Preminger que hace que nos situemos dentro de la sala de un juicio igual que si fuéramos unos testigos imprevistos de una historia que sabemos que exhibe unos cuantos puntos resbaladizos sobre los que nos precipitamos, ahogados por nuestra propia ambigüedad moral. Poco a poco, la anatomía de un asesinato se va convirtiendo en una anatomía sobre el comportamiento humano, sobre los porqués y los cómos, pero nunca sobre los quiénes. Los quiénes los sabemos, no nos hace falta que nadie señale a los culpables. Los que tienen la condena sobre el resbaladizo aceite del comportamiento individual somos nosotros mismos. Los ejecutores del crimen están en todos aquellos que, sin pensárselo dos veces, agarran un revólver y disparan cinco veces contra el daño. Los ejecutores y los acusados somos nosotros. Y eso, a veces, nos lleva a gritar nuestra falsa inocencia.

César Bardés.

Los miembros del jurado de Radiópolis deciden el veredicto esta noche,

Raúl Gallego a la dirección, Gervi Navío, Carmen Traverso, Paco Bellido y nuestro crítico César Bardés como portavoz.


 

 



miércoles, 2 de marzo de 2016

74 - Especial Cine de Terror




Desde los turbulentos años 20 con el Doctor Caligari, el Nosferatu de Murnau, o el fantasma de la ópera de Lon Chaney, las criaturas de la noche se mueven a sus anchas entre las luces y las sombras de la pantalla grande. El terror doméstico de Stephen King ha seducido a cineastas de la talla de David Cronenberg, Stanley Kubrick o John Carpenter. La fatalidad de la pérfida muerte en los cuentos de Poe inspiró al maestro de la serie B, Roger Corman, en sus películas de la Universal con Vincent Price y Peter Lorre.
Los licántropos a la luz de la luna llena, el romántico Frankenstein de Mary Shelley, los vampiros sedientos de sangre, las brujas de la noche de Walpurgis, los muertos vivientes,  hasta el mismo Satanás, todos tienen su momento de gloria en el cine de terror. Y lo tienen porque nos atrae terriblemente lo inexplicable, el poder controlador de una mente desequilibrada, la amenaza en la sombra de una criatura grotesca, el pasillo interminable de un hotel perdido en la montaña, los ojos sin rostro que enfrentan lo insoportable, el balanceo de una mecedora al final de la escalera, el demonio detrás de la locura de una niña. Quizá sólo queremos volver a ser el niño que apartaba los ojos de la pantalla para no ser poseído por el payaso maldito, para que Freddy Krueger no se apodere de nuestros sueños.

Esta noche de miedo nos zampamos una pizza barbacoa con Jason, Carrie, y la niña del exorcista...

José Miguel Moreno como amo de ceremonias, Gervi Navío, Mamen Torres, Hazeína Rodríguez, Raúl Gallego y nuestro crítico de cine César Bardés.